domingo, 24 de agosto de 2014

1ª EXCURSIÓN Muntanyes de la Guerra. 14 de septiembre

El próximo 14 de SEPTIEMBRE, y colaborando con Asociación Sierra de Espadán, tendrá lugar una visita-conferencia al Castillo de Castro, en Alfondeguilla, contando con nuestro compañero Carlos Mallench como conferenciante durante la ruta.

Los datos sobre esta ruta los podéis encontrar en este enlace: 


La dificultad del recorrido será MEDIA-ALTA, con un recorrido aproximado de 11km.

La fecha límite de inscripción será el 12 de septiembre.

Esperamos os animéis y nos acompañéis en esta visita-conferencia organizada por nuestros amigos de la Asociación Sierra de Espadán.


miércoles, 20 de agosto de 2014

UNA MONJA CAPITÁN GENERAL

Sor Martina Vázquez
Yo era un niño de seis o siete años y lo recuerdo vagamente. No sabría decir el motivo pero, cada vez que pasábamos por allí, mis padres solían parar en la cuneta y al pie de la pequeña cruz rezaban una breve oración por sor Martina, para continuar enseguida el viaje. Junto a la carretera de Vall de Uxó a Segorbe ha estado siempre, era uno más de los pequeños altares conmemorativos de las víctimas de lo que durante el franquismo se denominaron los “crímenes del periodo marxista”.
Monolito Conmemorativo de Sor Martina Vázquez
En aquel entonces, durante los sesenta, a pesar de haber pasado más de un cuarto de siglo, los excesos cometidos por las hordas durante aquella “dominación roja” continuaban estando muy presentes. Los lugares donde fueron asesinados los mártires, destilaban un halo especial de veneración para toda una generación que había mamado la exaltación del sacrificio de los caídos durante la “Cruzada”, holocausto debidamente avivado por el nacional-catolicismo. Como se ve, no faltaban epítetos para detallar aquellas masacres y condenar a los criminales que las llevaron a cabo. 

Lo que no sospechábamos, ni seguramente supieron tampoco sus verdugos, era la personalidad de la religiosa allí asesinada, una monja que fue nada menos que Capitán General.

 
Su nombre civil era el de Martina Vázquez Gordo y había nacido en Cuéllar (Segovia) en 1865. Digamos que su nombre entra en la historia del Ejército Español a raíz del desastre de Annual, en 1921. En aquel entonces, ante la magnitud del triste episodio en el que murieron diez mil españoles y el repunte de los acontecimientos bélicos en la aventura colonial,  se hizo perentoria la necesidad de enfermeras y sanitarias para asistir a los soldados heridos en la guerra de África. Allí fue enviada sor Martina como responsable de 42 Hijas de la Caridad para hacerse cargo de los centros sanitarios militares en Melilla.

 
 Ante la ausencia de medios materiales, viendo el más que lamentable estado de las cosas, con soldados que fallecían durante el transporte o la falta de espacio donde asistirlos, sor Martina tuvo que bregar contra todas las dificultades que desde las altas instancias se le presentaban. Con los barracones Docker del Hospital Militar de Melilla completamente repletos de heridos, la religiosa solicitó  la cesión del casino de oficiales para disponer de más espacio. El hecho es que a la oficialidad no debió gustarle la continua intromisión de aquella monja en “sus asuntos”.
Ni corta ni perezosa sor Martina se puso en contacto con el Ministro de la Guerra, a la sazón don Juan de la Cierva y Peñafiel, exponiéndole las trabas que en el ejercicio de su labor se topaba continuamente con aquella caterva de gerifaltes, mientras los soldados españoles se desangraban.
Ante este estado de cosas el Ministro nombró a la monja Capitán General a través de un telegrama.  A los militares no les cupo más remedio que obedecer sus órdenes y sor Martina continuó, ahora sin trabas, con la organización de los hospitales militares en la guerra del Riff.

 
En el siguiente episodio sor Martina se nos aparece ya en Segorbe, donde ejerció muchos años. La guerra civil acaba de comenzar y aquella monja que había sido Capitán General contaba ya con 71 años. En la capital del Alto Palancia fue nombrada Superiora del Hospital. A la altura del mes de octubre de 1936 la vorágine revolucionaria no había menguado y las persecuciones religiosas y los asesinatos seguían produciéndose en uno y otro lado. De esta manera, el día 4 de aquel mes, ya anochecido, tres hombres: Pedro López Sánchez, Manuel Fenollosa Medina (Marchén), y Emilio Pérez Montoro (el Escobero) fueron a buscarla con la excusa de conducirla a declarar al Gobierno Civil de Castellón. En la calle esperaba el coche junto con el conductor y otro hombre más, Manuel Chagoyen López (Navarro). Apenas arrancado, el automóvil quedó averiado por lo que el grupo detuvo a otro conductor que por allí transitaba, siendo obligado a punta de pistola a realizar el funesto transporte.
Seguramente, los detalles de lo que sucedió a partir de aquí mezclen trazos de dramática realidad con la mencionada exaltación con la que se trató el suplicio de sus mártires durante todo el periodo franquista. El caso es que la historia cuenta que sor Martina, sabedora de su fatal destino, pidió a sus ejecutores que lo que tuvieran que hacer lo hicieran allí mismo sin necesidad de ir más lejos. El coche había llegado al desvió en el que la carretera tomaba la dirección hacia Algar-Vall de Uxó-Castellón.
Tras descender el grupo, sobre la misma cuneta, los milicianos le ordenaron que se diera la vuelta. Sor Martina se negó y, tras perdonarles por lo que iban a hacer, el tal Marchen le descerrajó un disparo de escopeta en plena cara. Todavía con vida, yaciendo en el suelo entre quejidos de dolor, fue rematada con otra descarga en el vientre.
Se dice que, de muchachos, sus verdugos habían sido alimentados por ella en el Comedor de la Caridad que las hermanas tutelaban en la ciudad segorbina.
Al día siguiente su cadáver fue descubierto por un vecino de Algar que lo recogió y trasladó con el carro hasta el pueblo, donde fue enterrada. Al finalizar la guerra sus restos fueron llevados a Segorbe, y en 1959 viajaron de nuevo hasta su pueblo natal de Cuéllar.
Sus asesinos fueron detenidos y ejecutados en la inmediata posguerra.
Sor Martina Vázquez Gordo, la monja que fue Capitán General, fue beatificada en 2013.
Muchos restos de las víctimas de aquel odio exacerbado también esperan hoy su recuperación, su reconocimiento y su dignificación.

jueves, 3 de julio de 2014

La lápida del osario militar del cementerio de Burriana


La Lápida al quedar vacía la sepultura y como recuerdo a los soldados que dieron su vida en Burriana, fue colocada en un lateral exterior de la capilla del cementerio hasta casi finales de los años 70 que se dio orden de retirarla, aunque algunas voces pidieron su destrucción. Se procedió a arrumbarla junto a los muros de la iglesia sin que fueran visibles las inscripciones y allí permaneció muchos años antes de ser guardada en los almacenes del recinto a los efectos de evitar su deterioro y peligro de rotura.



A finales de los años noventa, el Museo Histórico Militar de Valencia conoció la existencia de la lápida y se interesó por ella para exhibirla en el mismo, no hubo ningún obstáculo para su cesión y personal militar se encargó de su traslado a Valencia, donde actualmente se encuentra.

FERNANDO CONDE MONTESINOS

miércoles, 2 de julio de 2014

Los proyectiles sin estallar.



LOS PROYECTILES

Aproximadamente un 30 % de las bombas no estallaban, la mayoría por fallo de la espoleta o tren de fuego. En la imagen podemos apreciar un proyectil de 105 con fallo en la explosión. La espoleta no comunicó suficiente iniciación para la detonación de la carga con lo cual la explosión resultó pobre, afectando sólo a la parte delantera del proyectil y ocasionando una detonación deficiente.

JOSE VICENTE MOYA JULVE

domingo, 15 de junio de 2014

EL OSARIO MILITAR DEL CEMENTERIO DE BURRIANA



Durante el tramo final de la Guerra Civil, en el cementerio de Burriana se habilitó una parcela para que hiciera los usos de Cementerio Militar. Los aproximadamente 215 caídos que el Ejército Nacional sufrió en los combates de noviembre fueron inhumados en dicho cementerio, junto con otros soldados del mismo ejército caídos por otras acciones.
La inhumación se realizaba en fosas comunes y encima de cada cuerpo se colocaba una botella de cristal con sus datos personales. Al no estar debidamente lacradas las botellas, la filtración de la humedad deterioró muchos de los datos y a la hora de realizar la exhumación fue imposible proceder a la identificación exacta de muchos caídos, puesto que además las listas que elaboraron los capellanes militares se extraviaron en esos años, apareciendo posteriormente. 
El Cementerio Militar llegó a contar con 260 sepulturas y se señalizó con cruces forjadas en hierro, y en varios sitios se ubicaron vainas de proyectiles como floreros improvisados.


En 1947, dado que la señalización había sufrido desperfectos por el paso del tiempo, la Jefatura del Movimiento, previo acuerdo con el Ayuntamiento de Burriana, solicitó de la autoridad militar el permiso correspondiente para exhumar aquellos restos de los soldados caídos en combate. 
Concedida la autorización, se construyó un osario al pie de las gradas de la cruz en alto que lo presidía, donde fueron depositándose los restos exhumados hasta que el osario quedó completo, aunque en las fosas comunes quedaron otros restos que no finalmente no fueron exhumados. 
La lápida que cerraba la sepultura fue elaborada por el burrianense D. Francisco Esbrí.
 
En aquel nuevo emplazamiento estuvieron depositados los restos hasta el mes de marzo de 1959, en que fueron nuevamente levantados por orden del Ministerio del Ejército y trasladados en las cajas previstas al efecto al osario Nacional del Valle de los Caídos.

Escrito por:
FERNANDO CONDE MONTESINOS

sábado, 8 de febrero de 2014

TOMÁS AGUILAR MARTÍN. PILOTO DE CAZA DE LA REPÚBLICA


          Desde siempre me han apasionado las fotografías antiguas. Dentro del milagro fantástico que supone atrapar el tiempo en un instante, personajes anónimos en unos casos, queridos en otros, todos ya desaparecidos de entre nosotros, nos miran desde el otro lado del papel. En ese instante captado por la cámara quedan reflejados multitud de detalles anatómicos y psicológicos que, unas veces ponen a prueba la agudeza del observador, y otras, alimentan su fantasía; siempre en el convencimiento de que la imagen está intentando narrar toda una serie de acontecimientos que van mucho más allá de la apariencia del propio soporte fotográfico.
            Fruto de mi afán y mi afición por mantener vivo de alguna manera parte del espíritu de esas personas, llegó a mí, un poco por casualidad, la fotografía de los aviadores republicanos de la base aérea de El Carmolí en Murcia, tomada el día de Navidad de 1938. Dormida durante algunos años en mi carpeta, poco sabía de la historia de uno de los personajes que en ella aparecen, la de Tomás Aguilar (segundo por la derecha), porque poco era lo que Tomás quería contar. Cuando el pasado afloraba a su cabeza la emoción lo alienaba y lo bloqueaba por completo, fenómeno muy frecuente entre aquellos que han vivido tan dura experiencia como es el paso de una guerra y la no menos traumática posguerra. Por eso, esta reseña no pretende ser la su biografía, sino tan solo un simple recorte de todo lo que Tomás ha querido transmitirnos y algún otro que de el, también por casualidad, hemos llegado a conocer.

 25-12-1938. Los pilotos de la base murciana de El Carmolí posan bajo las alas de un Koolhoven FK-51, aparato holandés utilizado en tareas de entrenamiento, caza nocturna i reconocimiento. Armados con dos ametralladoras tenían la misión de interceptar a los bombarderos nacionalistas que, desde Mallorca,  atacaban  Valencia.

Tomás Aguilar Martín nació en 1916, en Casas Bajas, en el Rincón de Ademuz. Habiéndose proclamado la rebelión fascista en julio de 1936 y prolongándose en el tiempo como una verdadera guerra civil, el gobierno de la República se vio en la necesidad de formar nuevos pilotos con los que alimentar la voracidad del frente. La evolución de la situación política internacional forzaría al gobierno republicano a tener que depender, casi exclusivamente, de la ayuda de la URSS (¡y a que precio!). Por aquel entonces el estalinismo se encontraba en todo su apogeo y la URSS, tan alejada y aislada, era una gran desconocida para el mundo occidental. Esta circunstancia favorecía el apoyo militar soviético a la causa republicana española, pasando completamente desapercibida al Comité de No Intervención, que al menos en teoría, prohibía la ayuda militar a cualquiera de los dos bandos enfrentados.
 Dentro de esa ayuda militar soviética se incluía la formación de los futuros pilotos republicanos, quienes, después de pasar una duras pruebas de selección en tierra española, se lanzaban a la aventura de atravesar el Mediterráneo para recalar en el puerto de Odessa y, recorriendo las inmensas extensiones rusas, llegar a la escuela de vuelo comunista de Kirovabad en el Caucaso, donde poder cumplir el sueño de convertirse en pilotos, emprendiendo después el largo camino de vuelta. De esta manera Tomás llegaría a se uno de los selectos alumnos de las cinco promociones de aviadores que se formarían en la Unión Soviética. 
Una anecdota
Ya en España, Tomás Aguilar prestó sus servicios en el mencionado aeródromo 212 de El Carmolí, donde se hallaba la Escuela de Vuelos Nocturnos. Esta base aérea republicana realizaba servicios de escolta, reconocimiento, vigilancia marítima y bombardeos nocturnos. Entre las acciones de defensa costera, los aviones de El Carmolí tenían la misión de impedir la aproximación de los submarinos italianos a las costas, lanzándoles desde el aire sus cargas de profundidad.
El servicio de una de estas misiones fue a corresponder a un piloto castellonense, Joaquín Betoret Oms (en la fotografía, de pie, séptimo por la derecha). Éste, en el momento de partir a cumplir con su trabajo, detectó un sonido extraño en el motor del avión, por lo que pidió que los mecánicos revisaran el aparato antes de emprender el vuelo. En este punto, Tomás Aguilar, de carácter impulsivo y quitándole importancia a aquel supuesto ruido, se prestó voluntario para realizar la misión, aunque no le correspondía.
Dicho y hecho, Tomás despegó. Pero, cuando no habían transcurrido más que unos minutos de vuelo, el motor comenzó a fallar, viéndose forzado a efectuar un aterrizaje de emergencia en un campo de olivos. En el accidentado aterrizaje las alas del avión quedaron destrozadas al chocar con los árboles, y el resto del aparato (el “puro”, como le llamaban), dando varias vueltas, quedó clavado de morro en el suelo. Tomás, consciente en todo momento, había quitado el contacto. Viéndose ileso, se desprendió de los atalajes, alejándose tan rápidamente como pudo de los restos, y un buen rato después fue recogido por una ambulancia.
            Tomás Aguilar participaría en diversas acciones de guerra, pero la más llamativa, por la categoría del piloto enemigo derribado, fue la que protagonizó junto a sus compañeros de escuadrilla al final de la contienda. Una historia que llegó hasta mí por terceras personas, habida cuenta del bloqueo emocional por parte de su protagonista, y del que ya hemos hablado.
            Efectívamente, de resultas de ese combate resultó derribado el aviador Manuel Vázquez Sagastizábal, que en aquellos momentos era considerado como uno de los primeros ases de la aviación nacionalista junto con sus compañeros Joaquín García Morato y Julio Salvador Díaz Benjumea.
Esta es la historia.
El último cartucho de la República: la batalla de Peñarroya
            La ofensiva republicana en Extremadura, conocida como la batalla de Peñarroya, desarrollada por las fuerzas republicanas durante el mes de enero de 1939, ha sido ignorada por la historia oficial, considerándola como una acción menor. Pero nada más lejos de la realidad. Y es que después de la victoria en la batalla del Ebro la magnitud de la derrota republicana en Cataluña era inmensa. Los ejércitos franquistas arrollaban al enemigo empujándolo de manera imparable hacia los Pirineos y la propaganda oficial no podía permitir de ninguna manera que este brillante avance sobre los despojos de la República se viera ensombrecido por la acción de un enemigo que ya se consideraba batido.
Pero durante los primeros días de 1939, a sólo tres meses para el final de la Contienda, el maltrecho Ejército Popular aún iba a jugar la última de sus bazas, poniendo en apuros al somnoliento Ejército del Sur del general Queipo de Llano.  Efectivamente, al mando del general Escobar se iban a poner en movimiento 90.000 hombres que, partiendo desde Badajoz y penetrando en el frente andaluz, amenazarían la retaguardia enemiga y aliviarían la presión fascista sobre la región catalana y sobre Barcelona, entonces capital de la República.
Fue durante esta ofensiva en la que el joven capitán Vázquez Sagastizábal, héroe de la aviación nacionalista, iba a encontrar la muerte. De esta acción, como de tantas otras, la historiografía oficial ha pretendido ensalzar a sus mártires, y en el caso de Vázquez Sagastizábal lo hizo pretendiendo un combate contra un enemigo muy superior en número (nada menos que tres contra doce). Pero la realidad, como enseguida veremos, fue más prosaica, humildemente narrada y reconocida por sus protagonistas directos.
El derribo de Vázquez Sagastizábal
            Finalizada la campaña del Ebro, la aviación republicana había quedado reducida a unos niveles operativos mínimos. Cada vez más, los pilotos rojos debían de emplearse a fondo mediante agotadoras jornadas para mantener una mínima presencia sobre los cielos.
Durante la mencionada batalla de Peñarroya, en una de las misiones de reconocimiento en las proximidades de Pozoblanco (Córdoba), dos escuadrillas de I-15 “Chatos” volaban bastante separadas y a distintas alturas. La verdadera protagonista de la historia fue la tercera escuadrilla, mandada por el teniente Álvaro Muñoz y en la que se encontraba Tomás Aguilar. El teniente Muñoz, en un momento dado, divisó volando de cara hacia ellos pero a más baja altura, una escuadrilla enemiga de Fiat CR-32 “Chirris”, que acercándose cada vez más no daba muestras de haberles visto. En este punto, disponiendo de mayor altura y contando con el factor sorpresa, se dio presto la señal de combate. Todo fue muy rápido, en una sola pasada la escuadrilla de siete “Chatos” derribó a tres Fiat y los paracaídas de sus pilotos aparecieron enseguida en el aire, uno de ellos era el de Vázquez Sagastizábal, su jefe. El resto de los Fiat, ante el desconcierto, sin líder y viéndose en inferioridad numérica, no pudieron hacer otra cosa que dispersarse lo más rápidamente posible. Cuando llegó la segunda escuadrilla de “Chatos” ya estaba todo hecho, prácticamente sin combate, sin heroísmos, sin demostraciones, en una situación donde nada tuvo que ver la pericia ni la veteranía, sólo la fortuna, que se alió totalmente con uno de los dos bandos.
El capitán Vázquez Sagastizábal, con heridas de gravedad, moriría poco después en un hospital republicano de Pozoblanco.

 
Manuel Vázquez Sagastizábal

Esta fue prácticamente la última misión de Tomás Aguilar y de sus compañeros. Pronto llegaría la derrota y el amargo exilio o la terrible posguerra para los que no pudieron o no quisieron huir. Éste fue el caso de Tomás.
La posguerra y la cárcel
            Finalizado el conflicto, Tomás, en el convencimiento de que no había hecho nada malo más que cumplir con su deber, no huyó, quedándose en Valencia donde se encontraba toda su familia. Su propio hermano había sido mecánico de aviones en la zona Nacional. Pero las nuevas autoridades no tardaron en proceder a su detención, siendo encarcelado en la cárcel Modelo. De aquí pronto sería trasladado al monasterio de El Puig, habilitado como prisión. Allí pasó cuatro terribles años prisionero y sobreviviendo en durísimas condiciones. El hacinamiento en los módulos de la cárcel era tal que los presos debían agacharse al pasar por las ventanas, pues los guardianes habían recibido la orden de tirar a matar a través de ellas para “dejar sitio”. Al recordar este tipo de vicisitudes todo el sistema emocional del propio Tomás se venía abajo incapaz de seguir contando nada más.
            Muchos pilotos republicanos tuvieron que afrontar juicios sumarísimos acusados de “haber asesinado” en acción de guerra a sus iguales del bando nacionalista. En este sentido, y aunque me salga un poco del tema, es preciso recordar el comportamiento honorable de la familia del aviador nacionalista Carlos Haya, derribado durante la Contienda. En el juicio celebrado en Valencia contra los aviadores republicanos que lo derribaron, el fiscal les tachaba de “asesinos”, a lo que la viuda y el propio hermano del capitán Haya le respondieron que el aviador no había sido “asesinado”, simplemente falleció durante un combate en el frente.
            Una postura digna de resaltar en un ambiente tan lleno de odio como el que a Tomás le tocó vivir. Pero esto ya es otro tema.  

JUAN FRANCISCO FUERTES PALASÍ
Componente de "Muntanyes de la Guerra-GEBAL"


BIBLIOGRAFÍA:

- “ICARO” Nº 19. Boletín de ADAR (Asociación de Aviadores de la República). 1982
- “ICARO” Nº 20. Boletín de ADAR (Asociación de Aviadores de la República). 1982
- “ICARO” Nº 87. Boletín de ADAR (Asociación de Aviadores de la República). 2006
- “La formación de aviadores de la República: las promociones de la URSS”. Carlos Lázaro Ávila. EBRE 38, Barcelona 2003.
- “La aviación en la guerra española. Héroes de la guerra aérea”. Emilio Herrera Alonso. V Jornadas de Historia Militar (CESEDEN). Madrid 1999.
- “La ofensiva republicana de 1939 en Extremadura: una batalla olvidada”.  Juan Miguel Campanario. “http: //www.uah.es/otrosweb/jmc

lunes, 27 de enero de 2014

El Consell ultima un plan para quitar la protección a 70.000 hectáreas de Espadà.

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Medio Ambiente prevé aplicar un cambio de la Ley de Espacios Naturales que disimuló en la Ley de Medidas Fiscales sin debate y en Navidad.

 Obras de un campo de tiro denunciadas en Espadà.

NACHO MARTÍN. La Conselleria de Medio Ambiente está ultimando un plan para rebajar la protección del parque natural de la Serra d´Espadà al objeto de abrir la posibilidad de nuevos negocios, una medida que según la Societat d´Amics de la Serra d´Espadà (SASE) implicaría quitar el blindaje ecológico a alrededor de 70.000 hectáreas del paraje, según confirmaron fuentes próximas a la conselleria.

Las mismas fuentes precisaron que esta medida se ampararía en las modificaciones aprobadas sin debate parlamentario y en pleno periodo vacacional dentro de la Ley 5/2013, de 23 de diciembre de Medidas Fiscales, de Gestión Administrativa y Financiera, y de Organización de la Generalitat.

Dicha normativa contempla la modificación de otras leyes ambientales como la Ley de Residuos, la Ley de Caza o la Ley 11/94 de Espacios Naturales Protegidos de la Comunitat Valenciana. Esta última es la más cuestionada por los colectivos ecologistas, dado que puede reducir la protección del ámbito del Plan de Ordenación de los Recursos Naturales del paraje o eliminar las zonas de amortiguación de impactos y las zonas de influencia socioeconómica de los parques, dejando sin protección miles de hectáreas. Según los datos que obran en manos de la propia Conselleria de Medio Ambiente y las estimaciones de SASE, esta reforma legal rebajaría la protección o dejaría sin protección 70.000 de las actuales 102.000 hectáreas protegidas en el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales (PORN).

De este modo, se daría vía libre a determinados negocios y actividades hasta ahora prohibidas en el paraje natural protegido más extenso de toda la Comunitat Valenciana.

La modificación afectaría especialmente a las zonas de influencia económica y amortiguación de impactos, dentro de la cual se encuentran 40 municipios de la provincia de Castelló. También se verá mermada la protección en los 19 municipios situados dentro de los límites del parque: Azuébar, Chóvar, Aín, Alcudia de Veo, Almedíjar, Algímia de Almonacid, Alfondeguilla, Artana, Ayódar, Eslida, Fuentes de Ayódar, Higueras, Matet, Pavías, Sueras, Tales, Torralba del Pinar, Vall d´Almonacid y Villamalur.

La reducción del blindaje medioambiental de la zona del Plan de Ordenación de los Recursos Naturales de Espadà implicará abrir súbitamente la veda a ciertos negocios hasta ahora prohibidos y a los que no se exigirán ciertos informes, estudios, medidas correctoras y declaraciones de impacto ambiental.


Permitiría negocios ahora prohibidos como el campo de tiro de Higueras


La reforma legal aprobada por la Generalitat Valenciana de forma silenciosa y fuera del procedimiento de debate parlamentario le ofrece un instrumento para autorizar negocios que hasta la fecha estaban prohibidos en el paraje natural de la Serra d´Espadà, dada su especial protección ambiental. 

Esta ley se aprueba justo en un contexto de polémica derivado del proyecto de campo de tiro en pleno paraje de Espadà en el municipio de Higueras, que contó con un informe favorable de la Conselleria de Medio Ambiente que fue cuestionado por la Guardia Civil.

De hecho, el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) pone en duda la veracidad de los informes de Medio Ambiente y denuncia que el proyecto ha violado hasta 20 normativas y leyes ambientales de diverso rango. Por lo pronto, la Generalitat ha anunciado un expediente sancionador.


Noticia en Levante Mercantil Valenciano