ANTECEDENTES.
La Primera Guerra Mundial.
¡Gas!, ¡gas!, ¡gas!…el 22 de abril
de 1915, centenares de soldados coloniales franceses abandonaban sus trincheras
en el frente belga, cerca del pueblo de Ypres, retrocediendo enloquecidos,
arrojando espuma por su boca y perseguidos por una extraña nube verdosa que salía
desde las posiciones enemigas. Los alemanes habían abierto cerca de 6000
cilindros que contenían cloro a presión, aprovechando la brisa de la tarde, una
extraña nube de gas verdoso corría a ras del suelo invadiendo las trincheras de
los regimientos coloniales del general Putz, que tras sufrir sus efectos
entraron en pánico dejando una brecha abierta en el frente de mas de siete kilómetros.
Tan pronto se pasaron los efectos del gas, las tropas alemanas se lanzan a
explotar el éxito, conquistando el pueblecito de Lizerne. La segunda batalla de
Ypres había abierto la caja de Pandora de una terrible arma, el gas. A esta
nueva arma los soldados la conocerán como el
aliento del diablo.
A los cadáveres de las victimas se
les practico la autopsia para indagar los efectos de los gases: edemas
pulmonares que acarrean una muerte atroz, el cloro al mezclarse con el oxigeno
de los pulmones forma acido clorhídrico, las victimas se ahogaban en sus
propios fluidos corporales. Pero un medico canadiense da con una simple solución.
Ante un ataque con cloro obliga a los soldados a orinar sobre algodones y
taparse con ellos la boca y la nariz, el amoniaco de la urea hace que el cloro
pierda sus efectos. Un veterano recordará “Para
evitar los gases nos hacían orinar sobre unos trapos y taparnos con ellos la
boca y la nariz. Cuando se secaba la orina, Dios, se te cortaba el aliento. Je
je, pero nadie quería ponérselo en la boca si no estaba seguro de que era su
propia orina. Mas tarde ya nos distribuyeron caretas antigas a base de filtros
de carbón”.
Una vez mas se han pisoteado los
acuerdos de la Convención
de La Haya, de 1899
y de 1907, donde taxativamente se prohibía “lanzar cualquier tipo de proyectil
conteniendo gases venenosos o sustancias nocivas”. Alemania por supuesto alego
“que no lanzo gases sino que los dejo fluir desde recipientes”. A partir de
este momento todos los contendientes empezaran a investigar y usar cada vez mas
este arma durante toda la contienda, en una fatídica espiral que alcanzara en 1918 a que uno de cada tres
proyectiles lanzados sobre las líneas enemigas estuviera cargado con gas.
Al cloro respondieron los franceses
con fosgeno, replicando los alemanes con difosgeno, después vino el empleo del rompemascaras, mezclas de estornudógenos (arsinas) con fosgeno,
estos componentes hacían estornudar a los combatientes cuando llevaban las
mascaras antigas haciendo que se saltasen los anteojos de protección e
inutilizando la efectividad de la mascara. El 21 de junio de 1917 se emplea por
primera vez el gas mostaza en el
sector de Ypres, que será bautizado con el nombre de Yperita. Este nuevo gas,
de los llamados vesicantes causa ceguera, asfixia y terribles quemaduras en la
piel, además de ser más pesado que el aire, por lo que permanece en el fondo de
las trincheras durante varios días antes de desaparecer, contaminando el suelo
y el agua. Para protegerse de él es necesario además de la mascara llevar un
traje de goma para protegerse de su contacto.
Entre 1915 y 1918, tomando las
cifras mas altas de todas las generalmente admitidas, un máximo de 100.000
personas murieron a consecuencia de la guerra química, lo cual viene a
representar poco más del 1% del total de la contienda.[1]
En cualquier caso, dentro del dramatismo que encierran estas disquisiciones, el
efecto moral y psicológico que tuvieron que soportar los contendientes
superaron todas estas estadísticas. Aunque el gas no fue el gran asesino de la Gran guerra, si que se cobro
un fuerte precio psicológico entre los combatientes, pues le obligaba a estar
en constante alerta ante un posible ataque con esta nueva arma. El ver los
cadáveres de los pobres desgraciados que habían sucumbido ante esta terrible
arma hizo que los combatientes la detestaran más que a la gran asesina de la Primera Guerra Mundial, la artillería.
La Guerra de África 1921-1927.
España no quiso quedarse atrás ante
la amenaza que suponían las nuevas armas aparecidas tras la primera guerra
mundial, por lo que el propio Alfonso XIII inicio una tímida política de
adquisiciones de aviones, carros de combate y gases, para su empleo y
experimentación en la larga y dura guerra de Marruecos iniciada en 1909.
Tras el desastre de Annual en 1921,
donde miles de soldados españoles perdieron la vida a manos de las tropas de
rifeñas, el general Dámaso Berenguer, Alto Comisario en Marruecos anuncio:”siempre fui refractario al empleo de los
gases asfixiantes contra estos indígenas, pero después de lo que han hecho y de
su traidora y falaz conducta, he de emplearlos con verdadera fruición”[2].
Poco después del desastre de Annual se enviaron comisiones reservadas a
diversas naciones europeas y se determino crear lo que seria la Fabrica Alfonso XIII de
productos químicos, conocida como “la Marañosa”, la cual ante las dificultades de la
puesta en marcha de aquella, gran instalación industrial, dio paso al mas
modesto proyecto del Taller de Gases en Melilla, a seis kilómetros al Norte de
Nador.[3]
El Servicio de Guerra Química se
decanto por cuatro tipos de gases; tres asfixiantes (atacan al tracto
respiratorio), fosgeno, cloropicrina y dick y uno vesicante, la Yperita que produce quemaduras
en la piel y ceguera. Dichos gases fueron suministrados por Inglaterra y
Francia junto con varios miles de mascaras antigas. Alemania por su parte
suministro el Oxol, producto base para la fabricación del gas Mostaza. Esta
sustancia comercial era inofensiva y de libre circulación, no adscrita a las
limitaciones del Tratado de Versalles.
El 6 de julio de 1922, la Maestranza y parque de artillería
de Melilla, informaba que ya disponían de 1000 proyectiles de 155mm cargados
con gases asfixiantes (¿cloropicrina?) y mascaras para sus operarios, por lo
que se ordenaba se empezasen los ejercicios de prácticas para la utilización de
estos proyectiles en las piezas de artillería. Por lo que el 7 de septiembre se
empleo por primera vez esta munición en combate por orden del Alto Comisario de
Marruecos, General Bruguete, el ataque debió de ser realizado por el Grupo de
Instrucción quien hizo uso de ellos contra Tzayoday. El Alto Mando ratifico:
siempre que las condiciones atmosféricas, viento y acertado uso de caretas[4]
lo permitiesen. Se advierte en todo momento gran preocupación por el personal
encargado de cargar los proyectiles, transportarlos hasta el frente y
manejarlos en sus baterías. Ramón J. Sender, en su novela Imán, basada en hechos reales evoca el olor cáustico y agrio de la Yperita lanzada por la artillería
contra los rifeños en junio de 1923.
Si los planes político-militares
contemplaban en teoría la utilización masiva de gases tóxicos con el objeto de
causar al enemigo el mayor daño posible y obligarlo a someterlo, el análisis de
la documentación consultada nos indica que en la practica, ya fuera por
problemas en la obtención de la sustancia toxica, retrasos en la carga de
proyectiles y bombas de aeronaves o bien por consideraciones de orden
política., los gases no llegaron a emplearse masivamente, limitándose a una
guerra selectiva a objetivos y cabilas muy concretos, por lo que se utiliza no
solo contra trincheras y blocaos defensivos rifeños sino que también se utiliza
contra zocos, sembrados, bosques y cualquier elemento neurálgico del sistema
militar o civil de Abd-el –Krim.[5]
En julio de 1923 se produjo el
primer bombardeo aéreo con bombas cargadas con gas toxico a cargo de los
biplanos Bristol F.2B, lanzando dos bombas X sobre el poblado de Amesauro. Pero
es en 1924 cuando empiezan a lanzarse bombas de aviación cargadas con Iperita.
Este gas empezó a fabricarse en la fabrica de la Marañosa dirigida por el químico
alemán Hugo Stoltzemberg, pero hasta que este no estuvo listo fue importado
secretamente desde Alemania.
Soldados españoles en simulacro de ataque químico en Cartagena. 1935. Todavía llevan mascaras antigas inglesas tipo “Y”
En su libro “Cambio de rumbo” Hidalgo de Cisneros nos afirma que fue el primer
piloto que arrojo 100 bombas de 100 kilos cargadas con gas Mostaza desde su avión
Farman F-60 Goliath, en el verano de 1924. Cerca de 127 bombarderos de este
tipo se utilizaron en la campaña lanzado alrededor de 1680 bombas traídas desde
los arsenales alemanes y entregadas en Melilla. A partir de esta misión los
aviadores y técnicos españoles iniciaron una evaluación de todas las bombas de
gas, identificadas con la sigla “C”, llegando a la conclusión de que el modelo
C-5 cargada con 20 Kg.
de Yperita era la mas eficaz. Si en 1924 las bombas C-1 cargadas de 50 Kg. de Yperita y las C-2
cargadas con 10 kg
de Yperita parecen ser las mas utilizadas, a partir de 1925 y hasta el final de
la guerra del Rif, la C-5
se implanta a las demás.[6]
Hacia el final de la guerra el Alto
Mando español se percato que numerosos bombardeos con gas no causaban los
efectos deseados debido a que el calor del área septentrional marroquí era
perjudicial para el efecto del gas y apunto la posibilidad de utilizar el gas
en misiones nocturnas. Los bombardeos nocturnos, ya fueran de aviación o de artillería,
tenían por objeto que el gas no se volatizara por el efecto de la alta
temperatura, sino que no se expandiera y se mantuviese su persistencia por mas
tiempo en la zona. Aunque no solo los rifeños sufrieron los efectos de los
gases, los soldados españoles también sufrieron lo que hoy en día
consideraríamos como “fuego amigo”, pues el 8 de septiembre de 1925, durante el
desembarco de Alhucemas, numerosos desembarcados sufrieron los efectos de una
nube de gas cuando cambio la dirección del viento durante el ataque.[7]
En resumen, la campaña del Rif
iniciada en septiembre de 1921, puede considerarse como una guerra convencional
en el sentido amplio de la palabra, con un componente adicional de guerra química.
Este último constituye sin duda una faceta importante en la contienda, pero no
la decisiva. Es cierto que a partir de enero de 1923, tras la liberación de
prisioneros españoles en Axdir (previo pago en metálico de su rescate a las
tropas rifeñas), el Alto Mando hubiera querido contar con mas bombas de gas
toxico para arrojarlas a los rifeños, pero este deseo choco con numerosas
dificultades técnicas en el curso de la guerra. Por ello el Gobierno español
solicito en 1924 a
Alemania la presencia de técnicos y
material para poder acelerar la producción, por este motivo en octubre de este
año se trasladaron a Melilla dos especialistas dirigidos por el técnico germano
doctor Hofmeister, acelerando la producción y la carga de las bombas con Gas
Mostaza. Para el Gobierno español acabar con la guerra del Rif era una labor
prioritaria, por lo que deposito grandes esperanzas en las nuevas armas,
especialmente el gas.[8]Aunque
al final fueron necesarios el sacrificio de miles de soldados españoles y una
alianza con el gobierno frances para acabar con esta terrible guerra que
desangró a España.
La Fabrica de productos químicos Alfonso XIII “La Marañosa”[9].
La fábrica nace por impulso del
Consejo de Ministros y del Rey, el 16 de agosto de 1921. Destinándose
14.000.000 de pesetas, de la época, para la adquisición en Alemania de una
fabrica completa de productos químicos para aplicación bélica. La Junta Central de Armamento se
puso en contacto con la firma alemana Zimmerman, que dirigía Stoltzemberg[10].
Según el contrato la casa Zimmerman recibiría unas 7.500 000 pesetas por la
maquinaria capaz de producir diariamente 1.500 kilos de fosgeno, 1.250 de
etildicloroarsina “Dick” y 1.000 de Yperita.
Elegido como terreno el de La Marañosa, en las cercanías
de San Martín de la Vega
(Madrid), se autorizo la compra 700 hectáreas de terreno el 5 de octubre de
1922. Constituyéndose oficialmente la Fabrica de Productos Químicos del Jarama, el 22
de febrero de 1923.
El 3 de agosto de 1925, la Fabrica paso a apellidarse
“Alfonso XIII”, ensayándose la producción de Yperita, lo que condujo a
comprobar, en diciembre, que no funcionaba la instalación, teniéndose que
desmontar toda la correspondiente a la producción de etileno. Los malos
resultados siguieron durante todo 1926. El 3 de marzo de 1927, la Junta Facultativa de la fabrica
daba cuenta que además de seguir sin haberse entregado oficialmente, tampoco se
conocían los resultados del taller de Yperita (la máxima pureza obtenida ante
testigos era del 40%). Como consecuencia de ello se solicita la rescisión del
contrato y la incautación de todos los talleres, a lo cual accedió el
Ministerio de la Guerra.
En 1928 hubo que desmontar, limpiar,
reponer conductos y depósitos atacados, durante el largo periodo de desidia,
por el cloro, el acido clorhídrico y el fosgeno, por lo que los mandos artilleros
propusieron utilizar el taller de Etildicloroarsina, un producto muy caro, para
fabricar cloroacetofenona (CN, un producto lacrimógeno magnifico) y insistió en
la producción de cloro.
En 1929 la fabrica “Alfonso XIII” no
podía considerarse terminada al 100% y tenia muy poco de alemana. La ratificación
del Convenio de Ginebra[11],
supuso, en la práctica la defunción de la fábrica como tal. Con la llegada de la
II Republica en 1931 paso a denominarse
Laboratorio del Ejército y por Decreto de 8 de agosto de 1935 se dispuso que se
llamase “Centro de Estudios y Experiencias de La Marañosa”.
Antes de iniciarse la guerra civil, ya existía
reocupación por el empleo de armas químicas en la guerra. Así en 1935, el
ejercito ya publico un manual sobre el empleo de gases en la guerra. Podríamos
definir los gases tóxicos como un arma más a utilizar en un conflicto armado,
aunque España hubiese firmado el Convenio de Ginebra.
LA GUERRA CIVIL 1936- 1939.
Pocos días después del Alzamiento, y
antes de acabar julio de 1936, el Gobierno Republicano tomo la decisión de
fabricar gases de guerra, nombrando como nuevo director de la fabrica de gases,
La Marañosa,
a Francisco Giral, hijo del primer jefe del Gobierno de la Republica después de la
sublevación. Desde un primer momento se entablo una pugna entre el Gobierno Central
y el de la Generalidad Catalana,
por el control de la producción de agresivos químicos, solucionándose la
querella por el procedimiento de que cada uno creó sus propias fábricas. El de
Madrid traslado en septiembre las instalaciones de la Marañosa a Cocentaina, en
Alicante. Ante el temor de que cayese la fabrica en poder de las columnas de
Yagüe que avanzaban hacia Madrid. El Gobierno Catalán creo las fabricas F-5 (Caralps-Ribas
de Freser, Gerona) y la F-6
(Orils-Torrello, Barcelona).
Las primeras actuaciones que tenemos
de la posible utilización de agentes químicos en la guerra civil son: el
bombardeo del Alcazar de Toledo el día 8 de agosto, a cargo de un bimotor Potez
54, que lanzo varias bombas de gas lacrimógeno. Tres de ellas llegaron a caer
dentro del patio del propio Alcazar, y el posible bombardeo con gas lacrimógeno
de las columnas rebeldes que avanzaban hacia Madrid el 3 de septiembre de 1936.
El fantasma del Aliento del Diablo se
extendió sobre los dos contendientes y estos se aprestaron lo más rápidamente
posible a aumentar su protección contra dicha arma.
En octubre de 1936 El ejercito
rebelde organiza en Sevilla el primer Equipo de Neutralización de Guerra Química,
a cargo del farmacéutico Raimundo Blasco Llorente, que se incorporo a la
columna que marchaba hacia Madrid, al mismo tiempo que se empezó a distribuir
8500 tubos de pomada contra los efectos de la Yperita[12]
Por su parte el Ejercito Republicano creaba en diciembre de
1936 el primer Batallón Antigas, cuyo acuartelamiento se encontraba en el
colegio de sordomudos del paseo de la Castellana nº 71. Por su parte el Gobierno Vasco
crea por estas fechas un Batallón
Antigas de Gudaris.
Al principio de la guerra las
defensas contra gases que contaban los dos ejércitos enfrentados eran bastante
limitadas, pues se basaban en unos pocos miles de mascaras antigas, todo lo demás
tenia que ser improvisado poco a poco. Así el ejercito Republicano podía contar
con mascaras antigas CMP y granadas lacrimógenas CN, de dotación en las fuerzas
de orden y seguridad del estado, sobre todo de los Guardias de Asalto. Mientras
que el ejercito rebelde contaba con las mascaras antigas excedentes de la
guerra del Rif, las veteranas Lederschutzmaske 1917, como también de las
municiones cargadas con gas que pudieran estar almacenadas en el Taller de
Gases de Melilla.
Soldados franquistas
llevando las veteranas Lederschutzmaske 1917. Desde el principio de la guerra
el temor a la utilización masiva de gases tóxicos estuvo presente entre los dos
contendientes.
Los guardias de asalto
contaban en su dotación con la mascara antigas CMP-33, reglamentaria en el
Ejercito español, al igual que otras unidades como el Servicio de Aviación,
aunque sin contar con grandes cantidades.
Al parecer los ataques con gases
siguieron en noviembre de 1936, aunque con carácter esporádico. Así hay
confirmado un ataque con gases en el aeródromo y la estación de Talavera de la Reina, el cual aparece
reflejado en un informe reservado del general Varela. En dicho informe se cita
la intoxicación de un piloto italiano, Víctor Ugo Ceccherelli, con gas Lewisita.[13]
Ante estos pequeños pero importantes amagos de guerra química el general Franco
hace petición formal ante Italia y Alemania de suministros de gases y mascaras
para utilizarlos solo en caso de que el enemigo se decidiera a emplearlos
abiertamente.
Las peticiones a Italia y Alemania
surtieron efecto a principios de 1937, periodo en el que llegaron a España,
desde Italia cincuenta toneladas de Yperita destilada, cantidad suficiente para
la carga de cuarenta mil proyectiles de artillería, acompañada de unos veinte
mil proyectiles mas cargados con arsina (estornudógeno). Y desde Alemania
llegaron cincuenta toneladas de bombas cargadas con 12 kilogramos de
Yperita y otras tantas cargadas con Difosgeno.[14]
Emblemas de instructor
y soldado del batallón antigas creado en Madrid a finales de 1936. Junto al
carnet militar y una granada de gas lacrimógeno CN, fabricada en la fabrica de
productos químicos La Marañosa. Colección
Particular
Detalle del marcaje de
la fábrica La Marañosa.
Por su parte la Republica, en enero de
1937, en la fábrica de Cocentaina, ya se había instalado un horno de etileno y las
cadenas de carga de proyectiles procedentes de la Marañosa. En cuanto a las fábricas
catalanas F-5 y F-6 se hallaban en fase de producción bajo la dirección del Químico
Francisco Sánchez Mur. Aunque al parecer estas nunca llegaron a producir
trabajos apreciables, lo que llevo a la detención en julio de 1938 del químico,
acusado de pertenecer al POUM y de sabotear el proceso de instalación. Por otra
parte el 7 de abril se desembarcaba en Sagunto con destino a Cartagena, 4.000 Kg. de Gas Mostaza,
llegados desde la URSS
en el vapor Aldecoa.[15]
Ante la escalada de acumulación de
medios por ambos contendientes para un posible ataque con gases, el Gobierno
Ingles informo por radio Londres, que tanto el Gobierno Republicano como el
Mando Nacional habían dado garantías de no utilizar gases tóxicos. Aun así el
30 de junio de 1937 se produce en la población Burgalesa de Cilleruelo de
Bricia, en el frente de Santander, el primer ataque químico de las tropas
republicanas contra las fuerzas franquistas. Durante los días 30 de junio y 2,
4, y 8 de julio, la artillería republicana lanza alrededor de 200 proyectiles
de 105 mm.
sobre las tropas franquistas pertenecientes a la 62 División, al parecer
cargados con agresivos químicos. El informe del general Segardia decía: Los primeros disparos cayeron cerca del
grupo que me acompañaba, y nada se noto al principio que fuese anormal, pero a
los pocos minutos, algunos empezaron a sentir nauseas, vómitos y sofocaciones;
pronto todos sentimos iguales sofocaciones, dándonos cuenta que los proyectiles
rojos traían gases.
Segardia tuvo que guardar cama
durante dos días en el Hospital Militar de Vitoria al igual que otros
doscientos hombres de su columna todos ellos afectados en mayor o menor medida
en su sistema respiratorio. Según el informe facilitado por el Cuerpo Antigas
de Toledo, las granadas lanzadas por el enemigo contenían Yperita, cloro y
fosgeno. Siendo estos de fabricación inglesa y de calibre 105 y 127.[16]
Aunque la única prueba fehaciente de este ataque, la encontramos en la Gran Exposición de armas
capturadas al enemigo realizada en el Kursaal de San Sebastian en 1938. En ella
podemos observar los restos y el grafico de un proyectil de artillería para
piezas Krupp de 105 mm.
cargado con trilita (explosivo), arsina (estornudógeno) y cianuro de
Bromobencilo (lacrimógeno), recuperado de las posiciones de Cilleruelo de Bricia.
Al igual que varios proyectiles de 127 mm. pero sin especificar si estos llevaban
carga explosiva o química. Por lo que podemos aventurarnos a deducir que la
gran mayoría de proyectiles lanzados en esta operación debieron de estar
cargados con gases lacrimógenos y ser excedentes de la Primera Guerra Mundial, ya que
de estar cargados con Gas Mostaza los informe médicos habrían anotado
quemaduras o llagas producidas por este gas y sin embargo solo hacen mención a
problemas respiratorios.
Tan pronto como corrió la noticia en
la prensa del ataque con gases en Cilleruelo de Bricia,[17]
La Republica Española
se apresuro en anunciar que se había tratado de un error y que había sido
corregido inmediatamente. El asesor en jefe soviético Voronov dijo: La artillería republicana utilizo en una
ocasión granadas de gases, excedentes de la Primera Guerra Mundial y el
error fue corregido inmediatamente por el propio asesor.
Esquema del proyectil
de 105mm. sistema Krupp expuesto en la exposición del Kursaal
Otro informe que corrobora esta teoría
es el informe emitido por Don José Mª Martín Cañedo, licenciado en químicas, de
la Sección Antigas
de la Jefatura
de Artillería, enviado a reconocer la batería capturada en Cilleruelo: Ocupados los asentamientos de la batería que
había efectuado dicho ataque, se me ordeno que examinara las municiones
capturadas, quedando asombrado del desorden que entre ellas imperaba. Los
proyectiles, de varios tipos, oxidados, faltos de pintura y marcas de
identificación, estaban revueltos sin poder saberse cuales eran unos u otros, encontrándose
mezclados entre ellos incluso de instrucción. Me quedo la impresión que los
rojos habían utilizado granadas cargadas con gases sin saber realmente que lo
eran.
Lo cierto es que tanto si se trató
de una provocación o de un error por parte de las fuerzas republicanas. A
partir de este momento las fuerzas en conflicto aumentan considerablemente sus
defensas contra gases intentando por todos los medios dotar a sus combatientes
de mascaras antigas y acelerar los cursos de guerra química en las escuelas de
guerra.
Manual de la Escuela Popular
de Guerra contra la guerra química. Este manual era copia del Frances de 1925,
el cual se copia, para dar la máxima información de esta nueva arma a los
nuevos mandos de la
Republica.
En julio de 1937 durante los
preparativos para la batalla de Brunete, el Ejercito Popular de la Republica, publico en la
orden de operaciones los peligros que deberían preverse y poder contrarrestar.
Gases: si la operación fuese coronada por
el éxito, cabe esperar también esta represalia y para hacerle frente solo
disponemos en pequeña cantidad de medios defensivos. No sabemos a que
pequeña cantidad puede referirse pues la Republica en noviembre de 1936 hizo un pedido a
Francia de 36.400 caretas antigas, seguido de otro pedido en diciembre de
45.000 mascaras del tipo ARS y BTM-34. Además, este mismo mes, realizo un
pedido en Bélgica de 30.000 mascaras del tipo Sacic AG-15 y AG-17 y en mayo de
1937 se importan desde la
Republica Checa 50.000 mascaras antigas del tipo Fatra VZ-30,
que fue declarada reglamentaria en el Ejercito Popular en septiembre de 1937. A todas estas
importaciones abría que añadir otras 40.000 fabricadas en Bilbao de los modelos
“Euskadi” y copias del modelo italiano T-35[18],
además de un número indeterminado de las fabricadas en Vilanova y la Geltrú y en Castellón. Por
otra parte el Ejército franquista adquirió 318.908 caretas antigas a Italia y 50.692 a Alemania. Queramos
o no el fantasma de los ataques químicos sopesó en todos los frentes de batalla
hasta finales de 1938.
El informe del Consejo de Ministros
de 30 de julio de 1937, de Indalecio Prieto sobre el empleo de agentes químicos
expone:
Primero. La producción en la España Gubernamental
alcanzaría una cantidad de gas máxima de una tonelada y media en un lapso de
tiempo excesivamente largo para las necesidades de la guerra. De emplearse
estos tendrían que importarse.
Segundo. Por datos obtenidos de
nuestros confidentes en zona fascista. Las defensas de que disponen los
nacionales son superiores a las nuestras. En cuanto a la población civil actualmente
nuestra defensa es nula en la totalidad de los pueblos de la España Gubernamental. En cuanto a
la efectividad de defensa de nuestro ejercito en los frentes no son suficientes
en ningún sector para hacer frente a los gases empleados ni por nosotros
mismos.
Tercero. La respuesta fascista seria
inmediata, efectiva y de características terribles, definitiva para el
aniquilamiento de nuestros frentes; por tanto me considero contrario en
absoluto al empleo de la guerra química.
El 29 de diciembre de 1937 se
produjo un incidente que fue inicialmente catalogado por el ejército republicano
como un ataque con gases del ejército franquista en el frente de Madrid. Se
produjo en un ataque de las fuerzas franquistas con bombas de mano a una mina
republicana en construcción, introduciéndolas por los respiraderos de la citada
obra de zapa; la deficiente deflagración de las mismas por la falta de oxigeno
en la galería, hizo saltar la alarma de un posible ataque con cloro. La noticia
fue rápidamente transmitida al mando republicano por el cabo del servicio de
Defensa contra Gases de la Brigada;
afortunadamente el teniente del servicio en el Cuerpo de Ejercito deshizo el
malentendido al día siguiente.[19]
Soldados republicanos exhiben sus trofeos de guerra después de la
batalla de Guadalajara, en marzo de 1937, consistente en mascaras antigas italianas
del modelo T-35 y M-31.
Durante 1937 la Republica importo
enormes cantidades de mascaras antigas para dotar a su ejércitos de medios
defensivos ante un ataque químico. Francia, Bélgica y la Republica Checa
fueron sus principales proveedores, que vinieron a reforzar a las fabricadas en
Euskadi, Cataluña y Levante. En la fotografía, un grupo de soldados
republicanos equipados con mascaras TBM-34 de origen Frances. Foto gentileza
familia Ripolles.
DEFENSA ANTIGAS DURANTE LA BATALLA DE
LEVANTE. 1938.
En abril de 1938 el Ejercito Popular
contaba entre sus filas con un bien dotado Servicio de Defensa Contra Gases
(SDCG). Dependiente del servicio de sanidad, mientras que la defensa pasiva
sobre la población civil o retaguardia dependía del Servicio Especial Contra
Aeronaves (DECA). Este Servicio contaba en Madrid con una Inspección General al
mando de Agustín Ripoll Morell, encargada de supervisar la red de refugios
antigas de sanidad y el hospital de gaseados nº 18. Además la Republica disponía de
las Escuelas de Capacitación de Oficiales, la nº 1 en Barcelona, la nº 2 en
Madrid y la nº 3 en Valencia, donde se impartían cursos de 30 días. Estos oficiales
eran los encargados de dirigir el Batallón Antigas de Madrid y las Compañías
Especiales, ubicadas en Barcelona y Valencia. Compuestas por un capitán, 3
tenientes, 10 sargentos, 27 cabos y 108 soldados.
El Ejercito Franquista contaba como
medios de defensa contra gases, el Servicio de Guerra Química (SGQ), cuya dirección
estaba a cargo de un coronel de artillería que supervisaba, la fabrica Militar
de Cortes de Navarra, encargada de producir cloro, Yperita y fosgeno. Además de
los laboratorios de Sevilla y Zaragoza y del Servicio de Campaña, compuesto por
28 equipos ligeros y 25 equipos pesados. Estos equipos colaboraban a partir de
agosto de 1937 con el Servicio de Recuperación de Material de Guerra, pero
siempre manteniendo parte de su instrucción con su unidad.
En Salamanca disponían también de
una Academia de Guerra Química que impartió 14 cursos a unos 400 tenientes,
alfereces y sargentos provisionales, además de a médicos de Defensa Pasiva de
Protección Civil. La escuela tenía profesores italianos y alemanes.
Equipos pesados de
Guerra Química del Ejército Nacional durante el desfile de la Victoria en 1939. Todos
van provisto de mascaras antigas alemanas GM-30.
Aspirantes a oficiales
del Ejército Republicano se adiestran en combate ante un ataque con agresivos químicos.
Obsérvese la variedad de mascaras utilizadas, podemos ver mascaras francesas
ARS, copias de la italiana T-35 y una española del tipo CMP.
Tras la llegada de las fuerzas
franquista al mediterráneo el 15 de abril de 1938, se abre un nuevo frente de
batalla cuyo objetivo será la conquista de Valencia y todo su corredor
levantino. El 18 de abril las fuerzas franquistas de la
IV División de Navarra entablan sus
primeros combates contra las tropas republicanas en la Sierra de Irta, la
conquista de Peñiscola y Santa Magdalena de Pulpis serán sus primeros objetivos
en la llamada Batalla de Levante. El día 20 las tropas de la 83 División
conquistaran Salsadella. Sus primeros objetivos se han logrado pero la
resistencia republicana es más fuerte de la esperada. La llegada de de unidades
republicanas de otros frentes así como la reorganización de las Brigadas Mixtas
desechas tras la llamada Ofensiva de Aragón ralentizaran de un modo alarmante
el avance franquista hacia la capital de la plana.
En esta primera fase de la batalla
de Levante no parece que el empleo de armas químicas flote en el aire, pero aun
así todas las fuerzas que entran en conflicto van equipadas con mascaras
antigas y aunque los oficiales de uno y otro bando se esfuercen en instruir a
los soldados en su empleo y manejo, tras los primeros combates numerosas de
ellas quedaran esparcidas por el monte. Así la
IV División de Navarra anotara en sus
partes de guerra: Material de guerra
perdido o deteriorado: 58 mascaras antigas.[20]
Las fuerzas franquistas de la
IV División y de la 83 División estaban equipadas
con mascaras antigas de procedencia alemana GM-30 y mascaras antigas italianas
del tipo T-35. Aunque no dispongamos de documentación, relativa al tipo de
mascara antigas utilizada por estas unidades, si podemos deducirla por las
fotografías de la época y por los restos hallados en el análisis del campo de
batalla.
Soldados franquistas
pertenecientes a la IV División
de Navarra a su llegada en Vinaroz. Obsérvese el estuche para guardar la
mascara antigas alemana GM-30.
Otra imagen de las
tropas nacionales entrando en Vinaroz. El ultimo soldado de la derecha lleva
colgando el estuche metálico para guardar la mascara antigas alemana.
Fotografías Estampas de la guerra civil.
Las unidades del Ejercito Popular
que se enfrentara en estos primeros días al ejército rebelde son la 107 Brigada
Mixta, llegada el día 14 de abril del frente de Madrid y que entabla los
primeros combates en la Sierra
de Irta, protegiendo el acceso de la carretera nacional 340. Esta unidad a
juzgar por los restos hallados en el campo de batalla estaba dotada de mascaras
antigas de origen belga. Probablemente de los modelos Sacic AG-17 y Sacic
AG-15. La otra unidad republicana que hizo frente a las tropas rebeldes era la 79 Brigada Mixta
atrincherada en el monte Encanes, protegiendo de esta forma el avance
franquista por la carretera de San Mateo a Castellón. Esta unidad estaba
equipada con mascaras antigas de origen Frances, del tipo ARS y TBM-34.
Soldados republicanos equipados con
mascaras francesas del tipo ARS (aparato de respiración especial). Estas
mascaras solían ir guardadas en fundas de tela o en fundas metálicas como la
que lleva el primer soldado por la izquierda. La 79 B. M. estaba equipada con
estas mascaras.
Mascaras de fabricación
belga utilizadas por las tropas de la 107 B. M. De izquierda a derecha. Mascara
Sacic 1934 con válvula de lengüeta; catalogada en la Exposición del Kursaal
con la referencia 21011 cogida al enemigo en el frente de Aragón, mascara Sacic
1932 con tubo traqueal, mascara AG- 15; catalogada con el numero 21012, cogida
al enemigo en el frente de Aragón.
Los numerosos filtros
de este tipo de mascaras hallados en los montes de Murs y el vértice Caballo,
posiciones ocupadas por elementos de esta brigada, nos hacen suponer que estas
fueron equipadas con dichas mascaras.
Mascaras antigas de
origen Frances del tipo ARS y TBM-34 con tubo traqueal. Este modelo junto con
la mascara checa fue el mas utilizado por el Ejercito Popular. Catalogadas en la Exposición del Kursaal
con el numero de referencia 21004 y 21006 cogidas al enemigo en diversos
frentes, Cataluña, Madrid, Sur y Aragón.
El día 20 de abril llega al frente
de Levante la 211 Brigada Mixta de Carabineros, recientemente reestructurada y
equipada en Castellón. Esta brigada tiene la misión de constituir un centro de
resistencia en el castillo de Alcalá de Xivert. Durante los días 22, 23 y 24 de
abril se vera envuelta en diversos ataques y contraataques por la posesión de
esta importante posición, punto clave para la defensa de la población de Alcalá
de Xivert. Tras sufrir fuertes bajas será trasladada al sector de Cuevas de
Vinromá, donde se enfrentara a fuerzas de la 83 División Nacional.
El equipamiento de esta unidad en
materia de defensa antigas lo constituían mascaras de origen checo, declarada
reglamentaria para este cuerpo en 1937. Como así lo atestiguan los restos
hallados en las posiciones ocupadas por estas tropas.
Una de las preocupaciones constantes
que sentía el Ejercito Popular en la defensa contra ataques químicos era el
mantenimiento que debía de inculcar a las tropas en la conservación de la
mascara antigas. Pues la mayoría de soldados solía deshacerse de ella tras las
primeras refriegas con el enemigo. Por lo que a partir de 1937 y durante todo
1938 lanzo toda una campaña de motivación para la conservación y cuidado de las
mascaras antigas por parte de los soldados. Estas campañas consistían en
charlas que debían de dar los comisarios políticos así como la publicación de
postales de campaña explicando la necesidad de su mantenimiento y conservación
para que pudiesen ser efectivas ante un ataque con agresivos químicos por parte
del enemigo. Asimismo también introdujo en las bolsas de transporte de las
mascaras antigas junto a las instrucciones de su uso, un folleto explicando la
necesidad de su conservación para que esta resultase efectiva.
Postal de campaña
editada por el Comisariado de la
Sección de Defensa Contra Gases, para inculcar entre la tropa
la importancia de su conservación ante un posible ataque con gases por parte
del enemigo.
Aunque la mayoría de
soldados utilizaron la mascara antigas para otros fines. Así en la batalla de
Teruel muchos soldados la utilizaron para protegerse la cara del intenso frío
reinante durante el invierno de 1937- 1938.
Hoja con instrucciones
para la conservación de la mascara antigas, hallada en el interior de una
mascara de origen checo tipo Fatra VZ-30.
Como puede observarse,
las instrucciones llevan el emblema del cuerpo de Carabineros.
Este tipo de mascaras
fue copiado por la industria de la
Republica en la ciudad de Castellón, como lo demuestran las
presentadas en la Exposición
de Armas capturadas al enemigo en San Sebastian, con el numero de referencia
21023. Cogidas al enemigo en Castellón (periodo de fabricación).
Colección Antonio
Barea.
Dos tipos de mascaras
antigas VZ-30 de origen checo importadas por la Republica Española
durante la guerra civil. La de la izquierda fabricada por la casa Fatra y la de
la derecha por la casa Thecna. La mascara Fatra es la que fue declarada
reglamentaria por la
Republica a finales de 1937. En el catalogo de la Exposición del Kursaal
figuran con los números de referencia 21013 y 21025. Curiosamente en el
catalogo la mascara de la casa Thecna figura como modelo P.R. 4.
Durante los días 24, 25, 26 y 27 se
suceden violentos combates entorno a los montes de Murs y en la atalayas de
Alcalá, entrando en combate nuevas unidades del Ejercito Popular, como la 209
B.M. que ataca las posiciones franquistas de la cota 600 en las atalayas o
varios batallones de la 38 B.M. y de la 22 B M. que combaten en los alrededores
de Alcalá de Xivert. No podemos precisar que tipo de mascaras debían de llevar
estas unidades pues los restos de mascaras encontradas se entremezclan con las
de otras unidades que ocuparon las mismas posiciones. Lo que si podemos
demostrar es que durante estos días de fuertes combates las unidades
franquistas anotaran en sus partes como material perdido o deteriorado mas de
ciento sesenta mascaras antigas.[21]
En estas zonas de combate aparecen
restos de mascaras francesas del tipo ARS, y también restos de mascaras
italianas del tipo T-35 y M-31. Y aunque estas mascaras en teoría deberían ser
llevadas por las tropas nacionales, gran cantidad de ellas fueran capturadas
por las tropas republicanas en marzo del 37, tras la batalla de Guadalajara,
por lo que no seria de extrañar, que alguna de las unidades republicanas,
fueran también, equipadas con ellas. Pues numerosas de estas mascaras de origen
italiano figuran en el material capturado de la Exposición del Kursaal,
con los números de referencia, 21021, 21022 y 21024. Capturadas en su mayoría
en el frente de Levante.
Mascaras antigas de
origen italiano, posiblemente empleadas por ambos contendientes en la Batalla de Levante. Izquierda modelo M-31, derecha modelo T-35.
En la fotografía
inferior podemos observar a varios soldados nacionales llevando mascaras antiguas
italianas.
Las operaciones militares en el
frente de Levante se ven detenidas a finales de abril debido al mal tiempo y a
una empecinada resistencia republicana que obliga a replantearse toda la
ofensiva de Levante al ejército rebelde. Del cuatro al siete de mayo de 1938,
las tropas franquistas vuelven a intentar abrir una vía de penetración por la
costa para alcanzar Castellón pero otra vez son detenidas por las fuerzas
republicanas que aunque ceden terreno, resisten enconadamente.
Durante todo el mes de mayo la
ofensiva se detiene, las tropas nacionales han alcanzado en toda su extensión
el foso del río San Miguel, pero al otro lado están fuertemente atrincheradas
las tropas republicanas y cualquier intento de penetración se prevé costoso en
medios y vidas. Tras este inesperado retraso en las operaciones militares el
Alto Mando franquista tiene que buscar otra posible vía de penetración para
conquistar Castellón, pues el avance por la costa se ha hecho francamente
imposible y cualquier intento de ataque se saldaría con cuantiosas bajas. El
fantasma de la guerra química vuelve a flotar en el aire y ante la posibilidad
que el ejército republicano intente un contraataque empleando gases se remite
en el parte de operaciones del día 24 de mayo de 1938, concerniente al sector
Cati-Mar, defendido por la 83 División, la siguiente orden:
Defensa Antigas: todos los individuos que guarnezcan centros
de resistencia y los que sirvan las baterías estarán dotados de caretas. De no
haberlas para todos se dispondrá que la tengan aquellos que atiendan los
puestos y servicios más importantes, ametralladoras morteros, centinelas, etc.
En todas las posiciones se tendrá leña seca, paja y gasolina con el fin
de encender rápidamente hogueras en caso de ataque con gases.
Por los jefes del servicio de guerra química de las respectivas
Divisiones se ordenara la constitución de equipos ligeros de desimpregnacion
que realizaran prácticas en las posiciones.
El equipo de desinpregnacion estará instalado en Alcalá de Xivert.[22]
Como se puede observar la amenaza de
un ataque con gases sopesó en los dos ejércitos enfrentados durante la mayoría
de la contienda y cuando mas dura y eficaz resultaba la resistencia
republicana, mas ordenes preventivas se distribuían entre los mandos del ejercito
franquista. Por suerte esta arma de destrucción masiva no se llegó a utilizar
por ninguno de los dos contendientes, por lo menos, de una manera contundente,
como lo fue durante la Gran Guerra
o la Campaña
de Marruecos. Y aunque el Cilleruelo de Bricia si se empleo una minima cantidad
de proyectiles cargados con agresivos químicos no dejo de ser una simple
advertencia de lo que pudo haber representado un empleo mas masivo de este
arma. Aun así los mandos de los dos ejércitos intentaron proveer a sus tropas
de las suficientes medidas de seguridad ante el empleo de esta arma. La
adquisición de gran cantidad de mascaras antigas por ambos contendientes así
como la creación de escuelas de capacitación para la lucha y defensa con este
arma, nos indican el alto grado de preocupación que se tenia en los estamentos
militares tanto para su empleo en el frente de combate como en la protección de
la población civil.
Tampoco debemos de olvidar que esta
arma de destrucción masiva había sido empleada con demasiada asiduidad en la
Gran Guerra (1914-1918). España la había
utilizado en su campaña de Marruecos, Italia en Etiopia y la URSS en su propio país, para
acabar con revueltas locales y aunque se hubiese censurado su uso en el tratado
de la Haya y en
el de Ginebra, no dejaba de ser un arma que estaba en los arsenales de la mayoría
de países y por lo tanto un arma mas a utilizar contra un posible enemigo.
Por suerte en el conflicto español
no se llego a utilizar este arma de forma contundente, aunque si se sopeso su utilización.
No podemos demostrar si durante la batalla de Levante la idea del empleo de esta
arma se discutió en los Cuarteles Generales, pero como hemos podido observar,
ambos bandos se aprestaron a tener los medios necesarios para defenderse ante
su hipotético empleo. Por suerte el
aliento del diablo no se esparció por los campos de Levante y al igual que
por sus campos quedaron abandonadas armas procedentes de media Europa, también
quedaron esparcidas centenares de mascaras procedentes de diversos países, lo
que nos lleva a pensar que la amenaza de la Guerra Química
estaba presente en todos los países de Europa.
Mascaras antigas
alemanas empleadas por las tropas nacionales. Izquierda la GM-30 con su contenedor, a
la izquierda la veterana GM-17 con un nuevo filtro. Alemania aprovecho el
conflicto español para deshacerse de los grandes excedentes de mascaras
sobrantes de la Gran Guerra,
eso si con nuevos filtros para gases.
Mascaras antigas
fabricadas en la zona Levantina, probablemente en Castellón. La de la izquierda
parece una copia de la mascara belga Sacic-17 con válvula de lengüeta. Las
otras parecen de producción propia. Una de estas mascaras aparece en la
exposición del Kursaal con el numero de referencia 21022. En periodo de fabricación.
Varios filtros de
mascaras antigas encontrados en el frente de batalla de Levante. De izquierda a
derecha, filtro de mascara alemana GM-30, filtro de mascara checa VZ-30 Fatra y
filtro de mascara francesa ARS.
Restos de mascara
antigas encontrados en los montes de Murs. Filtro de mascara belga Sacic,
protector ocular de mascara francesa ARS y válvula de expulsión de aire de una
mascara italiana.
En la foto inferior restos de mascaras
francesas, alemana y válvula de expulsión de aire de una mascara CMP española.
Artículo de:
José Vicente Moya Julve.
[1] José Mª Manrique y Lucas Molina. GUERRA QUIMICA
EN ESPAÑA 1921-1945. Ediciones Gallant 2012. Pagina 10.
[2] Juan Pando. HISTORIA SECRETA DE
ANNUAL. Pagina 262.
[3] José Mª Manrique…GUERRA
QUIMICA….Pagina 16.
[4] En 1918 España adopto
experimentalmente, la primera mascara antigas modelo TP 1918. Según Luis de la Gandara en su obra Armamento e Ingenios, publicada en 1922.
Define la mascara TP 1918 como un modelo copia del alemán 1916 y del Frances
ARS 17. Tras el desastre de Annual, en 1921 España intensifico la compra de
mascaras antigas alemanas de los modelos N-15 y N-16 excedentes de La Gran Guerra. También se procedió
a la compra de mascaras antigas inglesas Tipo Y, para dotar a unidades de la Marina, Aviación y Ejercito.
Aunque no esta documentado también es posible que España adquiriese algunas partidas de mascaras
francesas ARS 17 para el desembarco de Alhucemas.
En 1934, España declara reglamentaria la
mascara CMP (Constructora de Material de Protección), fabricada en Barcelona en
base a patentes alemanas y experiencias propias. Con cartucho de protección de
rosca universal R-40 con filtro químico y mecánico.
[5] Carlos Lázaro Ávila. LA
FORJA DE UNA AERONAUTICA EN LA CAMPAÑA
DE MARRUECOS 1909-1927. 2001
[6] María José de Madariaga. LA GUERRA QUIMICA. Revista
Historia, nº 324. 2003.
[7] José Mª Manrique. GUERRA QUIMICA… Pagina 39.
[8] María José de Madariaga. LA GUERRA QUIMICA….
[9] José María
Manrique. GUERRA QUIMICA…Pagina 34.
[10] Stoltzemberg fue el químico alemán
que había formado parte del servicio de guerra química en Alemania durante la Primera Guerra Mundial y que
dirigió el primer ataque químico con Cloro.
[11] El Protocolo de Ginebra de 1925
relativo a la guerra química. Prohibió el empleo de la guerra de gases asfixiantes,
o similares, así como de todos los líquidos, materias o procedimientos análogos.
Entro en vigor en el 8 de febrero de 1928. La Conferencia de Desarme
de Ginebra de 1932: prohibió la preparación de la guerra química. También prohibía
el empleo de proyectiles por aviones. 3ª Sesión de la Conferencia de Desarme
en 1933: Interpreto que la prohibición total de la guerra de gases ligaba a las
potencias contratantes solamente entre ellas, no aplicándose a todas, reservándose
varios estados su uso en diversos casos, con lo que la preparación de la guerra
química queda permitida. No prohibió la guerra aérea.
[12] José María Manrique y Lucas Molina.
LAS ARMAS DE LA GUERRA
CIVIL ESPAÑOLA. La
Esfera de los Libros. Madrid 2006. pagina 527.
[13] José María Manrique. LA GUERRA QUIMICA… Pagina 53.
[14] José María Manrique y Lucas Molina.
LAS ARMAS DE LA GUERRA CIVIL…Pagina
528.
[15] José María Manrique. GUERRA
QUIMICA…Pagina 57
[16] José María Manrique y Lucas Molina.
LAS ARMAS DE LA GUERRA CIVIL…Pagina
531.
[17] Morten Heiber dice que en junio de
1937, Franco mando un telegrama a Italia informando de la utilización por el
enemigo de treinta granadas cargadas con difosgeno.
[18] Durante la batalla de Guadalajara en
marzo de 1937, el Ejercito Republicano capturo centenares de mascaras antigas
italianas del tipo T-35 y M-31, que
fueron copiadas en las fabricas republicanas y suministradas a sus tropas.
[19] José Mª Manrique. GUERRA QUIMICA…Pagina 62.
[20] AHMA. Documentación Nacional parte de operaciones de
los días 18, 19 y 20 de abril de 1938.
[21] D.N. partes relativos a material de
guerra perdido o deteriorado.4ª División de Navarra, día 23, cinco caretas, día
24, veinticuatro caretas. Día 25, setenta y una careta. 83 División material de
guerra perdido o deteriorado en estos días de operaciones 60 caretas.
[22] AHNA. D.N. Orden General de Operaciones. A. 37, L. 3, C. 21, D. 1.
Bon dia. Sóc Joan Morell i darrerament he rebut la filiació militar de mon pare, Juan Morell Salabert. Segons aquesta filiació va ser allistat a la Brigada Antigàs València el 15/08/1937. En aquesta publicació no he vist que es nomenés l'existència d'aquesta brigada. He comprovat que el que s'indica són l'existència de batallons, però no brigades. Mon pare va estar en la Batalla de Terol, i mai va nomenar que estigués en la de l'Ebre la qual cosa em fa pensar que la seua unitat militar no hi va participar. Algú pot ajudar-me a localitzar -concretant, corregint o desmentint- l'existència d'aquesta Brigada Antigàs? Moltes gràcies
ResponderEliminarEn este moment no disposem de l'informació al respecte.
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