viernes, 12 de mayo de 2017

Las otras víctimas de la guerra, artículo de Juan F. Fuertes Palasí


La situación de España al acabar la guerra civil era la de un país destrozado por un conflicto de tres años de duración, durante el que se habían sacrificado una gran cantidad de recursos muy valiosos para un país atrasado como el nuestro, con graves pérdidas humanas y materiales. La producción agrícola cayó en una quinta parte, la cabaña equina descendió un tercio y la producción industrial bajó otro tanto. Las reservas de oro y divisas estaban agotadas y el deterioro de las infraestructuras era total.
Inmediatamente después, durante los años de la Segunda Guerra Mundial, Italia y Alemania, los países que habían sido aliados de Franco, no pudieron prestar ningún tipo de ayuda material al Régimen ante la creciente y urgente necesidad de materias primas de aquellos que debían de atender a los frentes de guerra y a la propia supervivencia de sus respectivos países en conflicto, necesidad que con el avance de los aliados se volverá más apremiante y angustiosa.
Mientras, aquí, la evolución de la economía podía calificarse como de más de una década perdida, alargándose mucho la recuperación, no nos olvidemos que la cartilla de racionamiento estuvo vigente hasta 1953, catorce años después de acabada la guerra. Si en el resto de Europa el Plan Marshall inyectó millones y millones de dólares para su reconstrucción, España quedó abandonada a su suerte y el régimen de Franco fue condenado al ostracismo y al bloqueo internacional. Al país no le quedó más remedio que recurrir a la autarquía, sólo la Argentina de Perón nos prestó algo de ayuda. Esta política de autosuficiencia era concebida como una necesidad patriótica que descansaba en la creencia de que España era un país rico en minerales y otros abastecimientos. 
Con esta completa carencia de recursos, los escenarios de la guerra, los montes y los campos, aparecían sembrados de todo tipo de armamento, municiones, proyectiles y chatarra procedente de la vida y los combates en las trincheras. Especialmente abundantes fueron en nuestro término municipal, donde el frente de guerra estuvo estabilizado durante nueve meses, nada menos. No hay que olvidar que tras el anuncio del fin del conflicto el ejército popular dejó masivamente las trincheras abandonando absolutamente todo allí donde se encontraba.
Ante esta coyuntura, inmediatamente entraron en acción los llamados Servicios de Recuperación, unidades militares que anduvieron recogiendo todo el material de guerra abandonado, no sólo ante el peligro que esto suponía para la población en general sino también para dotar a un ejército que había resultado vencedor de la guerra civil pero que contaba con unos medios muy precarios ante la necesidad generalizada de todo tipo de suministros para la reconstrucción nacional.
Con este panorama desolador, por si las circunstancias no eran terribles, se proponía llevar a cabo un plan realmente megalómano para llevar a cabo la puesta en funcionamiento de una gran escuadra en lo que se denominó el "Programa Naval del Movimiento", la  promulgación de la Ley de 8 de septiembre de 1939 de construcción de nuevas unidades navales. En ella se disponía la ejecución de 4 acorazados, 2 cruceros protegidos, 12 cruceros ligeros, 54 destructores, 36 torpederos, 50 submarinos, 100 lanchas torpederas, buques auxiliares en número indeterminado. Por supuesto estos ambiciosos planes se iban a ver trastocados casi desde su nacimiento por el estallido de la Segunda Guerra Mundial. El Programa Naval de 1939, que dependía para su realización de una importante ayuda tecnológica y económica por parte de Alemania e Italia, no pasaría de sus primeros balbuceos, quedando abandonado a todos los efectos a lo largo de 1941. 
Y es que la carencia de materia prima era total. Un decreto de septiembre de 1939 creaba la "Oficina de adquisición y distribución de la chatarra de hierro y acero", un organismo dependiente del Ministerio de Industria y Comercio por el que se regulaba la adquisición, la distribución, los precios, las incautaciones y todo lo relacionado con la recuperación y control de la chatarra. Muy significativa resultaba la elevación de una reclamación al Gobierno por parte del ayuntamiento de Moncófar haciéndose eco de las quejas de los agricultores los cuales reclamaban el espacio sustraído en los campos por los numerosos búnkeres que quedaron tras la guerra ocupando las parcelas agrícolas. Ante esta queja el Estado prohibiría terminantemente la apropiación del hierro que formaba parte del hormigón de las fortificaciones, arrogándose todos los derechos al respecto sobre aquel material. 


Otro ejemplo lo tenemos en Vall de Uxó en el conjunto de trincheras y reductos defensivos del sector de Campoy, que durante esta época de posguerra fueron reventados con objeto de apoderarse del metal de los encofrados de hormigón.
Un caso que ilustra el estado de los campos es el que narra cómo el 9 de abril de 1939 cinco chavales de Burriana se acercaron hasta las trincheras de Nules a curiosear, sabedores que allí había quedado mucho material de guerra abandonado. No tardaron en encontrarse varios fusiles y comenzaron a tirar al blanco con ellos. Los disparos fueron a alarmar a un Sargento de la Falange de Burriana que se hallaba por la zona con otros muchachos de la organización juvenil de aquel pueblo. Habían ido igualmente a recoger armas para que los chavales practicaran. El sargento les quitó a los primeros los fusiles y los mandó hacia Burriana con malos modos. Los niños salieron corriendo mientras insultaban al militar “hijo de puta” “maricón”. En esto al sargento no le se ocurrió otra cosa que ordenar abrir fuego a los chavales que le acompañaban. De ello resultó malherido uno de los muchachos que acabó en el hospital por haber recibido un tiro en la paletilla. A consecuencia de este hecho se abrió causa contra el sargento que resultó ser un alcohólico.
La profesión de chatarrero, en suma y ante las circunstancias excepcionales que vivía el país, cobraba auge, se regulaba el sector y la profesión, clasificándola en minoristas y mayoristas, pero siempre primaba el interés del Estado. Ante esta perspectiva de ruina nacional y sin grandes expectativas laborales buena parte de la población se lanzó a la búsqueda del material de guerra abandonado que había pasado desapercibido para los servicios de recuperación, y este desde luego, continuaba siendo mucho, especialmente en un sector como el nuestro de Nules-Espadán, donde miles de combatientes habían vivaqueado en las montañas dejando abandonado pertrechos, armas, alambradas, equipos.


Durante la posguerra, y con un campo sembrado de material abandonado, la profesión de chatarrero cobró auge ante la necesidad de supervivencia de muchas familias.
En esta labor, conjuntamente con los adultos, se vieron implicados irremediablemente los niños que debían de colaborar en el sostenimiento de unos hogares necesitados en extremo de medios para sobrevivir. Por ello lanzarse al monte a la búsqueda del preciado metal: hierro, cobre, latón, bronce, plomo… se convirtió en una actividad relativamente lucrativa para aquellas familias más necesitadas, a la par que peligrosa, sobre todo para los pequeños que fueron víctimas en no pocas ocasiones de fatales accidentes que acabaron con sus vidas, cuando no con una terrible mutilación por explosión de algún artefacto que les acompañó trágicamente el resto de sus vidas.
Veamos algunos ejemplos aparecidos en la prensa de la época.
Mediterráneo 02-07-1939 NIÑO MUERTO A CAUSA DE UNA EXPLOSIÓN. Telegrafían de Caudiel que jugando varios niños…encontraron un artefacto explosivo. Uno de los niños golpeó con una piedra, haciendo explosión, matando al niño Vicente Bayona Giner de 10 años e hiriendo levemente a Joaquín Santolaria Aliaga. HERIDOS POR UNA BOMBA. En Viver hizo explosión una bomba de mano en la partida Magallán, en ocasión en que se hallaban arando José Barrachina Rosales y Joaquín Gorriz Monleón, produciéndoles heridas leves
Mediterráneo 11-07-1939 NIÑO HERIDO. Hallándose jugando en Artana el niño José Agramunt Segarra, de 6 años, con un objeto fulminante, hizo explosión causándole heridas en la frente y manos.
Mediterráneo 20-07-1939 HOSPITAL PROVINCIAL. En este centro se ha prestado asistencia médica a Vicente Peris Piquer, de 16 años, natural y vecino de Sueras, que presentaba una herida por metralla, del cráneo, con fractura y lesión cerebral producidas por la explosión de una bomba de mano, de pronóstico grave.
Mediterráneo 20-07-1939 HOSPITAL PROVINCIAL. Recibió asistencia médica Ramón Ribelles Vinaixa, de 6 años, natural de Nules, que sufría heridas por metralla en ambas piernas y pecho, y la amputación traumática de varios dedos de la mano derecha causadas por la explosión de una bomba, pronóstico grave.
Mediterráneo 18-08-1939. En el término de Toga hizo explosión una mina, causando tan graves destrozos en el cuerpo del vecino de Begís, Manuel Rios Manés, que falleció poco después.
Mediterráneo 19-08-1939 En el pueblo de Tirig…seis niños encontraron una bomba de mano. Juagando con ella hizo explosión, resultando José Roda Montull, grave; Arcadio Barreda Moliner, gravísmo y Francisco Prats Alcácer, José Porcar, Juan Ferrás Pascual y Arcadio Roda Roda, con heridas menos graves. El primero de los mencionados niños falleció al día siguiente.
Mediterráneo 20-08-1939. En Vall de Uxó, por tropezar con una bomba Lafitte resultaron heridos los niños Diego Martín Benages, grave, y leves Vicente Diago García y José Mingarro Tido.
Mediterráneo 8-09-1939. Adolfo Arquimbau Amiguet, de 11 años, domiciliado en Almazora…ha sido asistido…de amputación traumática de los dedos índice y medio de la mano derecha, causada por la explosión de una bomba…Juan Gil Alonso, de 16 años, de Castellón, al que se le apreciaron salpicaduras por todo el cuerpo, debidas a la explosión de una bomba, pronóstico leve; Francisco Gil Quera, de 6 años, natural de Castellón, que presentaba igualmente salpicaduras por explosión de una bomba, de pronóstico leve.
Mediterráneo 13-09-1939. El domingo por la tarde hizo explosión en Villarreal una bomba de mano, alcanzando a los niños Enrique Nebot Mote y Santiago Cabanes Gil. Ambos niños fueron asistidos en el Hospital Provincial apreciándosele a Enrique Nebot, amputación traumática de ambas manos, herida penetrante en el abdomen y otras heridas más de pronóstico gravísimo. El desgraciado muchacho falleció durante la noche. Santiago Cabanes Gil presentaba herida penetrante en el abdomen con salida del epiplón (parte del estómago), de pronóstico gravísimo.
Mediterráneo 21-09-1939. En las inmediaciones del pueblo de Viver, el vecino de Torás, Ramón Lázaro Pérez, encontró la muerte al tocar una mina explosiva.
Mediterráneo 8-11-1939. Viver. Clodomiro Clement Máñez, tropezó con una bomba de mano. El artefacto hizo explosión y le destrozó completamente ambos pies.
Caudiel. Al niño de 10 años Ángel Urbán Vivas, estando en la plaza del Ángel, le hizo explosión un fulminante causándole destrozos en ambas manos y heridas en el pecho y cara con pérdida del ojo izquierdo.
Pero estos trágicos sucesos se prolongarían con el tiempo. La permanencia de artefactos explosivos provenientes de la guerra alcanza hasta nuestros días y las desgracias personales por este tipo de accidentes siguen siendo noticia esporádica en los medios de comunicación.
Fue un 31 de enero de 1956, un día de mucho viento, sobre las 3 de la tarde, las pocas familias que habitaban en la zona del molí de Demetrio, pasando el puente del barranco de Aigualit, camino de San José, se encontraban acabando de comer cuando de pronto escucharon una fuerte detonación. Justo sobre la misma carretera, en la época apenas transitada, yacían los cuerpos de los niños José Valls Sánchez, de 11 años, y José Sánchez Honrubia, de 12. Habían estado manipulando la espoleta de un proyectil de artillería y este hizo explosión, matando instantáneamente al primero e hiriendo de gravedad al segundo.
Los vecinos, al oír la explosión, salieron de sus casas alarmados para ver de qué se trataba. Los niños eran hijos de aquellas familias. Los padres de José Valls eran José Valls Diago e Isabel Sánchez Esbrí.

José Valls,"el niño de la bomba", trágicamente fallecido el 31 de enero de1956.
Al contemplar el panorama de su pequeño completamente destrozado por la bomba su padre entró en estado de shock y desesperado quiso arrojarse por el puente al barranco, sólo la actuación de "Cabreta", el trapero, que casualmente pasaba por allí, evitó aquel mal. Ellos, sus padres, nunca levantaron cabeza, entonces la depresión no se diagnosticaba, pero el resto de sus vidas estuvieron afectados por la trágica pérdida de su pequeño.
El segundo niño, José Sánchez, que tenía la pierna destrozada, fue llevado a toda prisa a la clínica de Segarra y de allí, con la ambulancia de la propia empresa, directamente a Castellón. Una vez en el hospital los médicos dictaminaron que se le debería de amputar la pierna, pero los Segarra rogaron a los médicos de hacer lo imposible para salvarle la extremidad. Finalmente la pierna del niño se salvó.

                                                                                  Juan F. Fuertes Palasí

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