La voraz piqueta la emprendió especialmente con los restos amurallados de todas las épocas que aun se mantenían en nuestras poblaciones y que en los cascos antiguos entorpecían el ensanche urbano y el trazado moderno, siempre bajo las nuevas servidumbres que exigía el boom creciente del tráfico rodado, sin olvidarnos, por supuesto, de los consabidos pelotazos y comisiones millonarias que quedaban ocultos por los mamadores del régimen.
Hoy creo que todos lamentamos aquel tipo de actuaciones, en las que primaba más un modernísimo barrio de viviendas, una flamante avenida o un aparcamiento público que cualquier vestigio histórico de nuestro pasado.
Algunas ciudades supieron conservarlos y hoy son centros turísticos de primer orden frente a otros lugares de “paella y sangría” que no tienen nada más que ofrecer.
(La piqueta actuando en la muralla de Burriana, a finales de los 50)
Sin embargo, a pesar de la penitencia que muchas ciudades han de pagar por la pérdida de lo histórico y de lo estético, nuestra clase política (los nuevos mamadores), que son los que mandan, no aprende. Hoy no es la piqueta, hoy son las excavadoras las que se llevan por delante interesantísimos restos de nuestro patrimonio y que en otras comunidades autónomas (no digamos en otros países europeos) se están revalorizando como oferta turística y cultural.
Hace unos días fueron las fortificaciones de la guerra civil en Almenara, interesantísimo conjunto patrimonial con enormes posibilidades pedagógicas, culturales y turísticas que con toda seguridad en otras latitudes con mejor y más inteligente visión hubieran sabido sacar muy buen partido.
Pero por estos pagos de piqueta fácil y seso reblandecido semejantes restos no son buenos más que para relleno de escombros.
Ahora ¿toca a los de Nules?...Estamos aviados
Juan Fuertes Palasí
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